El objetivo de este blog es mostrar una serie de estudios, reflexiones e interpretaciones respecto a un caso sumamente específico de la evolución urbana y edilicia de la ciudad de Rosario: la intervención arquitectónica de la empresa Field Argentina y su sucesora Field Construcciones en la zona noroeste de dicha ciudad plasmada en tres conjuntos de vivienda construidos entre 1962 y 1980 (Parque Field, Barrio Rucci, Parque Field 2). Y, tal como dice su título, es mi intención plantear al menos como hipótesis las múltiples y complejas relaciones que se producen entre las diversas escalas que atañen a dichos conjuntos, desde el más elemental hecho constructivo hasta los trascendentales sucesos acaecidos en esas décadas tan significativas para nuestro país y el mundo todo

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martes, 3 de abril de 2012

9/ Pioneros del acierto

“9.1.2. DENSIDAD:  La población óptima de la ciudad se fija en DOS MILLONES TRESCIENTOS MIL (2.300.000) habitantes. La densidad de cada distrito es producto de la distribución ideal de esa población en el área urbana, y se regula por medio del Índice Edilicio”

3º apartado del Código Urbano / Plan Regulador Rosario / 1967


No por ser un lugar común dentro de los análisis de este Plan (el que, por otro lado, fue el principal  instrumento urbanístico de Rosario hasta entrada la década del ’80) deja de llamar la atención semejante disposición. Si vamos a la literalidad de la frase, el mero hecho de aplicar el sentido común promueve una serie de interrogantes. Existe el concepto de “población óptima” para una ciudad? Cómo y (mejor aún) quién la determina? Si esa cantidad pudiera precisarse con cierta certeza, qué ocurre cuando dicha ciudad finalmente alcanza esa determinada población? Y si la excede?

Y, así como la sustentabilidad de aquella afirmación aparece cuestionada en relación a cualquier ciudad y a cualquier cantidad de habitantes que nos estuviéramos refiriendo, no deja de sorprender si es apliacada al Rosario de los ’60. Según datos del censo de 1970  (algo posterior al PRR) la población de todo el departamento no llegaba a los 800.000 habitantes. Podemos concluir entonces que los autores del Plan Regulador (equipo de trabajo liderado por Oscar Mongsfeld) ponían su parámetro de ciudad ideal en una Rosario que triplicara (?!!!) en cantidad de habitantes a la que ellos vivían a mediados de los ’60. Una hipótesis seguramente fundada entre el reconocimiento de un desarrollo edilicio y urbano que ellos percibían como avasallante (casi 50 años después seguimos lejos de esas cantidades) y la proyección de un “deseo metropolitano” entendido en términos de “progreso”. Saliendo ya del pequeño dato de la “población óptima”, una mirada global al PRR evidencia su lógica interna: un Rosario que demoliera sus casas bajas (principalmente las del área central) y las reemplazara por edificios muchos más altos, que concentrara población, servicio y actividad en su centro, que se expandiera en su planta a la periferia (dando lugar allí primordialmente a conjuntos de vivienda de escala masiva) y que mejorara a la vez  sus sistemas de circulaciones y sus infraestructuras sería seguramente una ciudad mejor. Obviamente, al decir de este Plan



Un plan urbanístico, una canción de música popular y un artículo propagandístico son de una naturaleza tan disímil que parece poco riguroso relacionarlos entre sí para obtener conclusiones sobre nuestro caso de estudio. Sin embargo, cada uno de ellos no deja de ofrecernos un clima de época. El ya mencionado “sueño de metrópoli” expuesto en el Plan Regulador (compartido con muchas ciudades de cierta escala de Latinoamérica y el entonces llamado “Tercer mundo”, desde una relectura propia de los preceptos urbanísticos del Movimiento Moderno) aparece violentamente confrontado a un amplio espectro de realidades culturales de esos años, de las que la canción de Manal hablando sobre Buenos Aires es un botón de muestra. Aquellos jóvenes iniciadores en el país (y en el mundo) del rock en español se proponen cambiar el mundo unidos a los del Mayo Francés, a los hippies, a los de diversos movimientos pacifistas y socialistas de todo el planeta protestando contra las guerras, la desigualdad, la falta de oportunidades, la hipocresía moral de sus mayores y también contra esas ciudades cuyo “humo y soledad” los alejan de una vida más libre y relacionada con la naturaleza

Frente a estas cosmovisiones tan aparentemente opuestas (“metrópoli moderna” vs “utopía juvenil”), inteligentemente la propaganda de Parquefield se posiciona intentando capitalizar las virtudes de cada una. Decíamos en La zanahoria arquitectónica que ese “jardín propio de 300 m2” (en un exceso de “optimismo” se computa la totalidad del lote, sin descontar la vivienda) es, evidentemente, el mayor atractivo de la propuesta inmobiliaria. Y podríamos pensar que las mencionadas “arboledas”, inexistentes en el ’68, cumplirían el mismo fin balsámico que los diez pinos de la canción. Seguramente no fueron pocos los pioneros (“del acierto”) que optaron por el barrio pensando que, además de una financiación que se los hacía posible, y de una ubicación favorable respecto a sus trabajos (en el listado de la publicidad figuran numerosos empleados de Celulosa, John Deere,  Sulfacid, Cerámica San Lorenzo y muchas otras empresas del norte del Gran Rosario) tenían en él la oprotunidad de un estilo de vida alternativo a la progresiva (y en alguna medida deseada) congestión que se daba en Rosario

Eso sí: el signo de admiración va luego del “a sólo 20 minutos del centro”